Numerosos relatos conocidos en la actualidad por todos, vienen transmitiéndose a través de generaciones, muchas historias forman parte de la tradición oral y siguen evolucionando a través del tiempo. Todos se trasladan de esta manera y en la actualidad muchos de ellos se encuentran plasmados en cuentos, canciones y demás expresiones populares como la leyenda. Es destacable el lugar de ésta como una narración “fantástica” que ha perdurado gracias a diferentes tradiciones e ideologías.
El cuento moderno, por su parte, ha echado mano de los elementos de estos relatos antiguos, convirtiéndose desde su aparición en una forma más de enriquecer las formas narrativas en la literatura a causa de eternizar o permanecer en la memoria todos estos relatos que le dan una explicación al mundo. Después de consolidarse en la memoria, los relatos populares ayudan a proporcionar elementos para el rescate de esa tradición que posteriormente se plasmará en los cuentos literarios, de forma escrita.
Un ejemplo de este hecho lo encontramos en José María Roa Bárcena, autor del cuento Lanchitas, donde interviene el factor de la conciencia de una nueva función de la leyenda, pues ya hubo un enlace para cambiar de relato oral a un cuento fantástico moderno. Según los críticos, consideran la narrativa de Roa Bárcena como iniciadora del cuento moderno en Latinoamérica. Esta meditación se debe –creo yo- a la mezcla de la tradición romántica y realista que ya se venía dando en el siglo y a la colocación de elementos de carácter fantástico en su narración, podríamos decir que se trata de tipo romanticismo fantástico.
Con este planteamiento debemos considerar cuáles son estos elementos y bajo qué sistema podemos hablar de sí es fantástico o no, así como los componentes románticos que tienen mucho que ver con la atmósfera que se nos describe en el relato.
Todorov dice que
En el universo evocado por el texto, se produce un acontecimiento -una acción- que está en relación con lo sobrenatural (o con lo falso sobrenatural); éste provoca a su vez una reacción en el lector implícito (y generalmente en el héroe de la historia): esta reacción es la que calificamos como “vacilación” y los textos que la hacen vivir son lo que calificamos como fantásticos.[1]
Esto quiere decir que cuando un fenómeno insólito ocurre dentro del texto y no es explicable dentro de las leyes del mundo conocido, nos enfrentamos a un relato fantástico. Dentro de las delimitaciones que se han hecho acerca del concepto, se han calificado desde leyendas, ciencia ficción, relatos de terror y muchos más.
Callois lo define como “la irrupción de lo insólito en lo banal”[2] siendo esto lo más aceptado comúnmente. Tomando en cuenta dichas definiciones, al enfrentarnos con el cuento Lanchitas nos percatamos de que es un relato fantástico.
El ambiente banal, o mejor dicho, común, lo encontramos en la anécdota que se va contando sobre el sacerdote Lanchitas, la descripción del lugar, la atmósfera y sobre todo la fecha, nos sitúa en un pueblo donde la tradición del siglo XIX está todavía muy influenciada por la religión. El narrador nos cuenta la vida normal del personaje en cuestión, sus recorridos y quehaceres cotidianos; al dirigirse a la reunión con sus amigos, es cuando comienza a moldearse la historia.
El encuentro inesperado con la mujer que le solicita una confesión para un caso que no admitía espera, y la aceptación de ésta, por el padre Lanzas, van creando el mundo conocido: un pueblo, un cura, los creyentes religiosos, un mundo que hasta el momento se rige por la realidad, insertada por supuesto en un relato de ficción. En la creación de esta realidad también participan la descripción de las calles, la casa donde se efectúa la confesión, la noche, la lluvia, el cuarto maloliente y la confesión misma.
Dentro del romanticismo se halla una vertiente, que es el interés por lo sobrenatural, en este caso lo fantasmagórico. Pero, ¿dónde encontramos lo fantástico entonces? Dice Vax que lo fantástico es la inestabilidad misma y “al final de la historia el lector, si no es que el personaje, toma, sin embargo, una decisión: opta por una u otra solución, y por eso mismo se sale de lo fantástico.”[3] Por esto, en Lanchitas, el lector participa en la complicidad de los hechos que acontecen, cuando ocurre lo inesperado, percatarse que la confesión fue hecha a un fantasma, el lector puede o no aceptar el hecho insólito que está planteado de forma verosímil. Igualmente puede cuestionar la cordura del personaje y con este hecho está saliendo de lo fantástico, pero se da cuenta de que lo es.
Lo último tiene que ver con lo que dice Flora Botom con respecto al tiempo de la duda “sólo si la duda permanece, si el texto es lo suficientemente ambiguo para no permitir esta elección, sólo entonces estaremos plenamente en el reino de lo fantástico”[4] De otro modo, al elegir la explicación del fenómeno ocurrido y aceptar que puede ser real, ya no se hablaría de fantástico, pues lo fantástico debe convivir con la realidad, pero no como parte de ella.
Esto nos hace pensar sobre el parecido que Lanchitas, tanto historia como estructura, tiene con las leyendas típicas mexicanas. Cuando se cuenta una leyenda y se transmite por generaciones, el receptor da por hecho que lo contado tiene la posibilidad de ocurrir y ya no hablamos de fantástico, sino de lo sobrenatural que pervive en la realidad, por ende lo maravilloso. “Lo fantástico está estrechamente ligado a la idea de lo imposible. Si no hay imposibles, entonces no es concebible lo fantástico.”[5]
La distinción que podemos hacer entonces acerca de la leyenda mexicana y el relato Lanchitas es que la primera por ser tradición oral, se cuenta como algo verídico y una forma acostumbrada de comenzar es: en x año en la casa (camino, pueblo o cualquier espacio conocido)… así, el oyente se ubica en tiempo y espacio y acepta según su credulidad los hechos referidos. Lanchitas tiene una estructura muy similar pero al final el narrador sí alcanza a vislumbrar y ofrece al lector la posibilidad de la locura en el personaje, “… y si los que nos reímos con la narración de sus excentricidades y simplezas, no estamos, en realidad, más trastocados que el pobre clérigo.”[6] En cambio cuando se escucha una leyenda, el narrador nunca aclara al final que lo que contó fue producto de la locura de algún personaje y el receptor cree que sí sucedió así, pues generaciones lo sostienen.
Ejemplo de ello, lo encontramos en una leyenda muy conocida en la ciudad de Zacatecas que versa a mediados del siglo XIX sobre un sacerdote que vivía en el convento del templo de Santo Domingo, al solicitarle una persona una confesión para un moribundo que vivía a espaldas de la plaza de Toros de San Pedro, el sacerdote fue, pues no podía negarle la redención de dios a un feligrés y emprendió marcha a pesar de ser altas horas de la noche, en medio de un ambiente muy similar al de Lanchitas. Cuando el sacerdote regresó al convento se dio cuenta de haber olvidado su estola en una estaca que se encontraba encima del petate del moribundo, al día siguiente mandó a un monaguillo por ella y él al traerle respuesta dijo que no estaba habitada esa casa y que tenía mucho tiempo de estar así, de la misma manera en que Lanzas fue a constatar, el sacerdote zacatecano fue y efectivamente la casa estaba deshabitada y su estola se encontraba en el lugar que la había dejado.
A pesar de ser diferentes lugares, Zacatecas y Veracruz, lugar donde nace Roa Bárcena, percibimos que este tipo de relatos guardan una estructura y un tema similar pero el análisis anteriormente hecho, da cuenta de la diferencia que existe entre el cuento pensado por el autor y las leyendas tradicionales.
La leyenda busca preservar en la memoria colectiva de la sociedad los hechos, personajes y fenómenos, muchas de las veces, de manera didáctica y ofrecer un modelo de conducta social, en cambio con Roa Bárcena, aunque podemos encontrar el elemento doctrinal, no existe esa finalidad, sino que más bien se trata de una crítica hacia las formas clericales de actuar de la época y cómo optan por provocar el miedo a través de historias sobrenaturales.
José María Roa Barcena recupera la leyenda como una forma de conservar viva la tradición popular a través de la escritura, pero con esto da pie a crear nuevas formas narrativas donde lo fantástico esté inmerso en la literatura y así es como surgen después diversos cuentos de realismo fantástico.
A su vez, Todorov también nos habla sobre cuatro niveles de análisis para un cuento fantástico: del enunciado, en ocasiones lo sobrenatural se produce cuando una expresión figurada se interpreta en su sentido literal. Esta expresión funciona como anuncio de un acontecimiento fantástico posterior. Tanto en la leyenda zacatecana como en nuestro cuento, se anuncia al lector por medio de elementos que influyen directamente en lo emocional y no en el raciocinio, que ocurrirá un fenómeno sobrenatural, dichos elementos son la noche oscura, fría y lluviosa, la llegada inesperada de la mujer que solicita la confesión, y el recorrido tenebroso hasta su destino, asimismo la descripción de la casa casi en ruinas, con olor a viejo, silenciosa y sola. Todo forma la enunciación, sin este comienzo, la irrupción de lo insólito sería inverosímil. Pero todo está dispuesto de tal forma que al lector le surjan diferentes emociones, ya sea de terror, miedo o asombro.[7]
El segundo nivel al que se refiere Todorov es el de la enunciación, el utilizar la primera persona en la narración de la mayoría de las historias en que los elementos sobrenaturales se presentan, ya que facilita la vacilación fantástica, pues la objetividad del narrador en primera persona puede ponerse en tela de juicio fácilmente. En la leyenda intervienen otros factores como la expresión no verbal, por ejemplo, pues se trata de un relato oral, en Lanchitas tenemos a un narrador que le da voz a los personajes, hace que dialoguen y así Lanzas comenta a sus amigos lo que le ocurrió aquella noche.
Otro nivel, el sintáctico, se presenta como el nivel de la composición, en el que el orden, desde el principio hasta el final tiene mayor claridad que en otros tipos de relatos (temporalidad irreversible). Hablando sólo de Lanchitas y de la leyenda, se construyeron de la misma forma, acciones y circunstancias, pero si la temporalidad se hubiera cambiado, no surtiría el mismo efecto en el lector y estaríamos arriesgando lo fantástico, tal vez por lo maravilloso, es decir aceptar sin ningún impedimento que lo sobrenatural es parte de la realidad. Se daría si nos anticiparan el hecho y al contrario, como nos lo han contado, primero el ambiente, luego el hecho y finalmente la irrupción, cumple satisfactoriamente con el recurso de lo fantástico. No afirmando que todos los relatos de este género lleven las mismas secuencias, cada uno formará sus propias anticipaciones y su irrupción de lo imaginario.
Por último destaca el nivel semántico y en este distingue dos temas: del “yo” y del “tú”; el primero cuestiona los límites entre la materia y espíritu, el segundo trata más sobre la crueldad y la violencia. Claro que en este cuento no topamos con el del segundo tipo, interesan variantes como la religión, el perdón del alma, el regreso del “más allá” y el desconcierto al chocar dos entes diferentes.
Al terminar la lectura de Lanchitas, los que conocen leyendas muy parecidas a la mencionada y al cuento mismo, pensarán que no tiene sentido transcribir una leyenda conocida por todos, trasladándola con diferentes nombres. Sin embargo no es sólo eso, en este cuento se unen otros aspectos que ya tienen que ver más con la crítica social y la representación en el personaje principal de diferentes posturas ideológicas, así como el reflejo de una búsqueda de identidad literaria y del contexto.
Aunado a esto, el conjunto que hace el tema y la realización fantástica, con el realismo y un poco de romanticismo, da cuenta que ya se comienzan a buscar nuevas formas literarias y de ahí que el cuento hispanoamericano moderno sea tan diverso en cuanto formas y estilos.
BIBLIOGRAFÌA:
BOTTOM Burlá, Flora. “Los juegos fantásticos”. UNAM. México.
ROA Bárcena, José María, Relatos, UNAM, México. 1941.
[1] BOTTOM Burlá, Flora. “Los juegos fantásticos”. UNAM. P. 18
[2] ib. p. 13.
[3] Ib. p. 35
[4] Ib. P.20
[5] Ib. P 37
[6] ROA Bárcena, José María. Relatos. UNAM. P.101.
[7] Todorov también analiza los elementos utilizados en narraciones fantásticas para saber cómo se recibe por el lector, nos dice que los recursos influyen directamente en lo emocional y no en el raciocinio como en las novelas policíacas que buscan retar al lector.
Por Sandra de Santiago Félix
El cuento moderno, por su parte, ha echado mano de los elementos de estos relatos antiguos, convirtiéndose desde su aparición en una forma más de enriquecer las formas narrativas en la literatura a causa de eternizar o permanecer en la memoria todos estos relatos que le dan una explicación al mundo. Después de consolidarse en la memoria, los relatos populares ayudan a proporcionar elementos para el rescate de esa tradición que posteriormente se plasmará en los cuentos literarios, de forma escrita.
Un ejemplo de este hecho lo encontramos en José María Roa Bárcena, autor del cuento Lanchitas, donde interviene el factor de la conciencia de una nueva función de la leyenda, pues ya hubo un enlace para cambiar de relato oral a un cuento fantástico moderno. Según los críticos, consideran la narrativa de Roa Bárcena como iniciadora del cuento moderno en Latinoamérica. Esta meditación se debe –creo yo- a la mezcla de la tradición romántica y realista que ya se venía dando en el siglo y a la colocación de elementos de carácter fantástico en su narración, podríamos decir que se trata de tipo romanticismo fantástico.
Con este planteamiento debemos considerar cuáles son estos elementos y bajo qué sistema podemos hablar de sí es fantástico o no, así como los componentes románticos que tienen mucho que ver con la atmósfera que se nos describe en el relato.
Todorov dice que
En el universo evocado por el texto, se produce un acontecimiento -una acción- que está en relación con lo sobrenatural (o con lo falso sobrenatural); éste provoca a su vez una reacción en el lector implícito (y generalmente en el héroe de la historia): esta reacción es la que calificamos como “vacilación” y los textos que la hacen vivir son lo que calificamos como fantásticos.[1]
Esto quiere decir que cuando un fenómeno insólito ocurre dentro del texto y no es explicable dentro de las leyes del mundo conocido, nos enfrentamos a un relato fantástico. Dentro de las delimitaciones que se han hecho acerca del concepto, se han calificado desde leyendas, ciencia ficción, relatos de terror y muchos más.
Callois lo define como “la irrupción de lo insólito en lo banal”[2] siendo esto lo más aceptado comúnmente. Tomando en cuenta dichas definiciones, al enfrentarnos con el cuento Lanchitas nos percatamos de que es un relato fantástico.
El ambiente banal, o mejor dicho, común, lo encontramos en la anécdota que se va contando sobre el sacerdote Lanchitas, la descripción del lugar, la atmósfera y sobre todo la fecha, nos sitúa en un pueblo donde la tradición del siglo XIX está todavía muy influenciada por la religión. El narrador nos cuenta la vida normal del personaje en cuestión, sus recorridos y quehaceres cotidianos; al dirigirse a la reunión con sus amigos, es cuando comienza a moldearse la historia.
El encuentro inesperado con la mujer que le solicita una confesión para un caso que no admitía espera, y la aceptación de ésta, por el padre Lanzas, van creando el mundo conocido: un pueblo, un cura, los creyentes religiosos, un mundo que hasta el momento se rige por la realidad, insertada por supuesto en un relato de ficción. En la creación de esta realidad también participan la descripción de las calles, la casa donde se efectúa la confesión, la noche, la lluvia, el cuarto maloliente y la confesión misma.
Dentro del romanticismo se halla una vertiente, que es el interés por lo sobrenatural, en este caso lo fantasmagórico. Pero, ¿dónde encontramos lo fantástico entonces? Dice Vax que lo fantástico es la inestabilidad misma y “al final de la historia el lector, si no es que el personaje, toma, sin embargo, una decisión: opta por una u otra solución, y por eso mismo se sale de lo fantástico.”[3] Por esto, en Lanchitas, el lector participa en la complicidad de los hechos que acontecen, cuando ocurre lo inesperado, percatarse que la confesión fue hecha a un fantasma, el lector puede o no aceptar el hecho insólito que está planteado de forma verosímil. Igualmente puede cuestionar la cordura del personaje y con este hecho está saliendo de lo fantástico, pero se da cuenta de que lo es.
Lo último tiene que ver con lo que dice Flora Botom con respecto al tiempo de la duda “sólo si la duda permanece, si el texto es lo suficientemente ambiguo para no permitir esta elección, sólo entonces estaremos plenamente en el reino de lo fantástico”[4] De otro modo, al elegir la explicación del fenómeno ocurrido y aceptar que puede ser real, ya no se hablaría de fantástico, pues lo fantástico debe convivir con la realidad, pero no como parte de ella.
Esto nos hace pensar sobre el parecido que Lanchitas, tanto historia como estructura, tiene con las leyendas típicas mexicanas. Cuando se cuenta una leyenda y se transmite por generaciones, el receptor da por hecho que lo contado tiene la posibilidad de ocurrir y ya no hablamos de fantástico, sino de lo sobrenatural que pervive en la realidad, por ende lo maravilloso. “Lo fantástico está estrechamente ligado a la idea de lo imposible. Si no hay imposibles, entonces no es concebible lo fantástico.”[5]
La distinción que podemos hacer entonces acerca de la leyenda mexicana y el relato Lanchitas es que la primera por ser tradición oral, se cuenta como algo verídico y una forma acostumbrada de comenzar es: en x año en la casa (camino, pueblo o cualquier espacio conocido)… así, el oyente se ubica en tiempo y espacio y acepta según su credulidad los hechos referidos. Lanchitas tiene una estructura muy similar pero al final el narrador sí alcanza a vislumbrar y ofrece al lector la posibilidad de la locura en el personaje, “… y si los que nos reímos con la narración de sus excentricidades y simplezas, no estamos, en realidad, más trastocados que el pobre clérigo.”[6] En cambio cuando se escucha una leyenda, el narrador nunca aclara al final que lo que contó fue producto de la locura de algún personaje y el receptor cree que sí sucedió así, pues generaciones lo sostienen.
Ejemplo de ello, lo encontramos en una leyenda muy conocida en la ciudad de Zacatecas que versa a mediados del siglo XIX sobre un sacerdote que vivía en el convento del templo de Santo Domingo, al solicitarle una persona una confesión para un moribundo que vivía a espaldas de la plaza de Toros de San Pedro, el sacerdote fue, pues no podía negarle la redención de dios a un feligrés y emprendió marcha a pesar de ser altas horas de la noche, en medio de un ambiente muy similar al de Lanchitas. Cuando el sacerdote regresó al convento se dio cuenta de haber olvidado su estola en una estaca que se encontraba encima del petate del moribundo, al día siguiente mandó a un monaguillo por ella y él al traerle respuesta dijo que no estaba habitada esa casa y que tenía mucho tiempo de estar así, de la misma manera en que Lanzas fue a constatar, el sacerdote zacatecano fue y efectivamente la casa estaba deshabitada y su estola se encontraba en el lugar que la había dejado.
A pesar de ser diferentes lugares, Zacatecas y Veracruz, lugar donde nace Roa Bárcena, percibimos que este tipo de relatos guardan una estructura y un tema similar pero el análisis anteriormente hecho, da cuenta de la diferencia que existe entre el cuento pensado por el autor y las leyendas tradicionales.
La leyenda busca preservar en la memoria colectiva de la sociedad los hechos, personajes y fenómenos, muchas de las veces, de manera didáctica y ofrecer un modelo de conducta social, en cambio con Roa Bárcena, aunque podemos encontrar el elemento doctrinal, no existe esa finalidad, sino que más bien se trata de una crítica hacia las formas clericales de actuar de la época y cómo optan por provocar el miedo a través de historias sobrenaturales.
José María Roa Barcena recupera la leyenda como una forma de conservar viva la tradición popular a través de la escritura, pero con esto da pie a crear nuevas formas narrativas donde lo fantástico esté inmerso en la literatura y así es como surgen después diversos cuentos de realismo fantástico.
Ahora bien, retomando lo dicho por Callois, sobre la irrupción de lo insólito en el mundo real, lo hallamos en Lanchitas cuando Lanzas encuentra su pañuelo en el lugar de los hechos y se da cuenta que confesó a un muerto y que efectivamente ocurrió así porque ahí está la prueba. Posteriormente el narrador finaliza comentando que en la remodelación de aquella casa se encontró un cuerpo emparedado, hecho que hace suponer que lo ocurrido no estuvo sólo en la mente del cura, sino que esta irrupción insólita es verosímil en cuanto a la construcción de los hechos. Por otro lado, dicho fenómeno que rompe con las leyes conocidas determina lo explicado por Todorov.
A su vez, Todorov también nos habla sobre cuatro niveles de análisis para un cuento fantástico: del enunciado, en ocasiones lo sobrenatural se produce cuando una expresión figurada se interpreta en su sentido literal. Esta expresión funciona como anuncio de un acontecimiento fantástico posterior. Tanto en la leyenda zacatecana como en nuestro cuento, se anuncia al lector por medio de elementos que influyen directamente en lo emocional y no en el raciocinio, que ocurrirá un fenómeno sobrenatural, dichos elementos son la noche oscura, fría y lluviosa, la llegada inesperada de la mujer que solicita la confesión, y el recorrido tenebroso hasta su destino, asimismo la descripción de la casa casi en ruinas, con olor a viejo, silenciosa y sola. Todo forma la enunciación, sin este comienzo, la irrupción de lo insólito sería inverosímil. Pero todo está dispuesto de tal forma que al lector le surjan diferentes emociones, ya sea de terror, miedo o asombro.[7]
El segundo nivel al que se refiere Todorov es el de la enunciación, el utilizar la primera persona en la narración de la mayoría de las historias en que los elementos sobrenaturales se presentan, ya que facilita la vacilación fantástica, pues la objetividad del narrador en primera persona puede ponerse en tela de juicio fácilmente. En la leyenda intervienen otros factores como la expresión no verbal, por ejemplo, pues se trata de un relato oral, en Lanchitas tenemos a un narrador que le da voz a los personajes, hace que dialoguen y así Lanzas comenta a sus amigos lo que le ocurrió aquella noche.
Otro nivel, el sintáctico, se presenta como el nivel de la composición, en el que el orden, desde el principio hasta el final tiene mayor claridad que en otros tipos de relatos (temporalidad irreversible). Hablando sólo de Lanchitas y de la leyenda, se construyeron de la misma forma, acciones y circunstancias, pero si la temporalidad se hubiera cambiado, no surtiría el mismo efecto en el lector y estaríamos arriesgando lo fantástico, tal vez por lo maravilloso, es decir aceptar sin ningún impedimento que lo sobrenatural es parte de la realidad. Se daría si nos anticiparan el hecho y al contrario, como nos lo han contado, primero el ambiente, luego el hecho y finalmente la irrupción, cumple satisfactoriamente con el recurso de lo fantástico. No afirmando que todos los relatos de este género lleven las mismas secuencias, cada uno formará sus propias anticipaciones y su irrupción de lo imaginario.
Por último destaca el nivel semántico y en este distingue dos temas: del “yo” y del “tú”; el primero cuestiona los límites entre la materia y espíritu, el segundo trata más sobre la crueldad y la violencia. Claro que en este cuento no topamos con el del segundo tipo, interesan variantes como la religión, el perdón del alma, el regreso del “más allá” y el desconcierto al chocar dos entes diferentes.
Al terminar la lectura de Lanchitas, los que conocen leyendas muy parecidas a la mencionada y al cuento mismo, pensarán que no tiene sentido transcribir una leyenda conocida por todos, trasladándola con diferentes nombres. Sin embargo no es sólo eso, en este cuento se unen otros aspectos que ya tienen que ver más con la crítica social y la representación en el personaje principal de diferentes posturas ideológicas, así como el reflejo de una búsqueda de identidad literaria y del contexto.
Aunado a esto, el conjunto que hace el tema y la realización fantástica, con el realismo y un poco de romanticismo, da cuenta que ya se comienzan a buscar nuevas formas literarias y de ahí que el cuento hispanoamericano moderno sea tan diverso en cuanto formas y estilos.
BIBLIOGRAFÌA:
BOTTOM Burlá, Flora. “Los juegos fantásticos”. UNAM. México.
ROA Bárcena, José María, Relatos, UNAM, México. 1941.
[1] BOTTOM Burlá, Flora. “Los juegos fantásticos”. UNAM. P. 18
[2] ib. p. 13.
[3] Ib. p. 35
[4] Ib. P.20
[5] Ib. P 37
[6] ROA Bárcena, José María. Relatos. UNAM. P.101.
[7] Todorov también analiza los elementos utilizados en narraciones fantásticas para saber cómo se recibe por el lector, nos dice que los recursos influyen directamente en lo emocional y no en el raciocinio como en las novelas policíacas que buscan retar al lector.
Por Sandra de Santiago Félix
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