Desde su
inicio, la película La Ciénaga,
incomoda un poco al espectador por las imágenes y acciones de personajes tan
crudas, que muestran hasta dónde puede llegar la miseria humana. El chirrido de
unas sillas que se arrastran, la pasividad de una mujer alcohólica, un grupo de
personas adultas que toman el sol alrededor de una piscina y que no muestran
ningún tipo de interés por los demás, son elementos que sirven como preámbulo
de una intensa historia no tan común en el sentido narrativo, pero a la vez tan
común que refleja el vivir cotidiano de muchas familias de diversas latitudes.
Lucrecia
Martel, directora y guionista, nos adentra a un mundo caótico de dos familias
argentinas que tienen algo en común: integrantes decadentes, casi absurdos, que
llevan sus vidas casi por inercia. El guión no cuenta con una estructura
clásica, no se define a un protagonista de manera clara ni hay una resolución
de conflicto. Cada personaje tiene sus propios conflictos internos que se
muestran a lo largo de la película. Sin embargo, se puede decir que los personajes
de Mecha y Tali son los que dan pauta para que la trama se desarrolle.
Los personajes de La Ciénaga
Mecha es una
mujer mayor, alcohólica, depresiva y sin intereses. En cada escena se le ve con
un vaso de vino y pidiendo hielo a la servidumbre. Tiene dos hijas y dos hijos
adolescentes que mantienen buena comunicación. Vive también con su marido
Gregorio, con el que no goza de buena relación a causa de un amorío que mantuvo
con Mercedes, la actual novia del hijo mayor de Mecha.
Tali, por su
parte, es prima de Mecha. También tiene cuatro hijos pequeños y su marido,
Rafael. Aunque pareciera que su vida familiar es mejor que la de Mecha, no es
así, ya que en ocasiones demuestra que se siente oprimida por la
responsabilidad de los hijos, del trabajo y por no poder hacer cosas que desea sin
el consentimiento de su esposo.
La relación de
las primas es muy buena. Tali se compadece de Mecha, la defiende ante Rafael,
quien siempre está juzgando a Mecha y a su familia. Luego del accidente que
tiene Mecha en su casa de campo, Tali la visita y es cuando podemos darnos
cuenta de que un caos se detona al estar juntos todos los integrantes de la
familia en un mismo espacio.
La atmósfera
que se respira a lo largo de toda la película es de decadencia y de absurdo.
Los escenarios son parcos, grises y sofocantes por el calor que hace. Todos los
personajes parecen oprimidos, desde la opresión de la naturaleza, hasta la
opresión de los espacios. A pesar de que la casa donde se desarrolla la mayor
parte de la trama es grande, no hay privacidad entre los personajes, todos
invaden el espacio de los demás y este elemento le da una carga muy emotiva a
la película, pues se toma el cuerpo como recurso narrativo para reflejar la opresión que hay alrededor
de él.
La Ciénaga
es más visual que textual, los diálogos son escasos, pero el manejo de la
imagen le da un movimiento pasivo. Las imágenes que se nos ofrecen están
cargadas de simbolismo y de mucha expresividad y dan pie para la libre
interpretación, por ejemplo, los jugueteos entre hermano y hermana en la cama o
en la regadera, la vaca que se hunde poco a poco en el fango, los niños
disparando escopetas o la indiferencia de las personas ante la caída de Mecha.
La intención
argumental de la película sólo se descubre hasta el final, ya que conforme
avanza, esperamos que aparezca algún suceso que determine el rumbo de la
historia, pero nunca pasa. No se pretende dar una trama común, en la que el
espectador tenga algunos indicios y vaya resolviendo el problema en su cabeza,
al contrario, siempre se está esperando a que suceda algo más que sólo
pasividad en los personajes, pero no llega.
La crudeza, la
pasividad de los ambientes y personajes, los pocos diálogos y la importancia de
la imagen del cuerpo para decir más que con palabras son las características
principales de esta película. Tal vez, Martell buscaba poner en jaque al
lenguaje de la palabra y sugerir que hay más cosas que se pueden decir con el
lenguaje corporal.
El diseño de
los personajes está basado en este lenguaje y se aprecia más en los
adolescentes y en los niños, que son más expresivos con sus movimientos,
miradas y acciones. A veces sin decir una sola palabra, los planos sugieren
ideas o acciones que sólo el espectador puede poner en orden. No importa si no hay
incesto u homosexualidad explícitos, el juego corporal lo pone de manifiesto y
dota de total libertad a la interpretación. El punto de vista narrativo es
omnisciente pero a la vez neutral, nos da la pauta para que como espectadores
seamos testigos de todo lo que acontece y nosotros emitamos nuestro propio
juicio ante lo que vemos en pantalla.
La actitud de
todos los personajes es como de espera. Parece que esperan algo que no se sabe
qué es. Paralelamente se incluye la historia en televisión de la aparición de
la Virgen del Carmen, donde se muestra la espera del milagro de las personas
que visitan el lugar para poder verla. En varias ocasiones la familia de Mecha
ve la televisión en su propia pasividad. Por su parte, Tali también comenta que
una conocida suya tuvo la oportunidad de presenciar la aparición. Si
trasladamos este suceso a la vida de las dos familias se puede inferir que su
situación es como la de las personas que esperan el milagro. Los personajes se
mueven en sus espacios como quien espera que el santo de su devoción resuelva
todos sus problemas.
Ahora bien, si
fijamos nuestra atención a la sicología de los personajes, veremos que están
muy bien delineados y que todos se mueven casi instintivamente, desde el niño
pequeño, pasando por la adolescente y hasta llegar a la abuela que sólo se
menciona. La relación padres e hijos en la familia de Mecha está resquebrajada,
no hay un total respeto entre ellos, hay indiferencia por las cosas que les
suceden entre unos y otros, hay tal descuido por parte de los padres hacia los
hijos que el menor perdió un ojo, el mayor tiene una relación con la ex amante
del padre y al parecer Mecha no lo sabe y tampoco que una de las hijas está
enamorada de Isabel, la sirvienta de la casa, ni que Vero se siente atraída por
su propio hermano.
A Mecha le
preocupa pasar por lo mismo de su madre: quedarse encerrada hasta su muerte en
una habitación. Para ello intenta realizar el viaje a Bolivia con su prima Tali
pero al final no se realiza. Mecha es el típico personaje al que no le importa
nada más que pasar el día con sus propios vicios, siempre sumida en desarreglo
personal, el alcohol y la depresión. Es un personaje que ha perdido la
esperanza y que sólo vive por vivir. En momentos aparece algo de preocupación
por el hijo menor, pero se difumina en cuanto requiere más alcohol. La voluntad
de Mecha va disminuyendo poco a poco y su final es previsible: quedar sumida en
la depresión y encerrada en la habitación por el resto de sus días, al igual
que lo hizo su madre.
Gregorio, a la
vista de los demás es un tipo que “nunca sirvió para nada”. Se preocupa por su
aspecto, se tiñe el pelo. No le importa Mecha, sólo el qué dirán los demás. Sus
movimientos son demasiado lentos, al igual que Mecha, le falta voluntad para
hacer cosas o tomar decisiones importantes. Nadie se explica cómo es que Mecha
se pudo casar con él, que según los indicios que se nos ofrecen, tuvo varias
infidelidades
A la familia de
Mecha no le falta nada en el aspecto económico, a diferencia de la de Tali, donde la preocupación de ella y
su marido va enfocada a aspectos laborales y al ahorro del dinero. Tali es una
mujer que quiere hacer más por sí misma pero aspectos externos se lo impiden,
como el marido que le reprime el viaje. No puede poner orden en su familia ni
pone la atención suficiente en los hijos. Ya desde el inicio vemos cómo el hijo
más pequeño se corta y ella no se da cuenta de ello. En cuanto a su carácter,
es una persona descuidada, olvidadiza y débil. Un aspecto destacable en Tali es
que se preocupa más por las cosas ajenas que por sus propios problemas.
Ella y su
esposo se inquietan porque pase algo a sus hijos en casa de Mecha, pero lo que
no saben es que el azar actúa en cualquier espacio y la tragedia puede ocurrir
con o sin la atención adecuada. El azar también juega un papel importante en la
película, porque a pesar de que personajes como Mecha y Tali quieran ejercer su
voluntad, hay cosas que se les salen de las manos aunque no quieran.
Las familias
protagonistas de esta película fungen pues como núcleos donde se forma la
identidad de las generaciones jóvenes. Una identidad que al parecer se va
repitiendo y tomando de modelos paternos y maternos. Mecha sigue los pasos de
su madre; sus hijos e hijas también lo hacen a su forma, dejándose llevar por
la corriente y sin importarles nada más que cubrir sus necesidades básicas.
Clément Rosset, en su Estudio de la identidad, dice que el sujeto es incapaz de existir por
sí mismo, es necesario el otro para darle su lugar, pero es necesario en tanto sirve para tomar prestada su identidad. Si
seguimos la idea, se entiende que la autonomía del yo, la autonomía del sujeto,
es sometida, existiendo como sólo una ilusión. Los personajes de La Ciénaga
están construidos de esta manera, con falta de personalidad y de autonomía. “Esta negación de la autonomía del yo queda
ilustrada por la imposibilidad de desear si no es por mediación de los deseos
de otro, a quien René Girard llama el «mediador del deseo»: el yo siente tal
admiración por él que llega a adoptar sus elecciones y deseo.”[1]
Así, la “propia personalidad” no sería propia, sino imitada del otro. Los
deseos de encontrar un resquicio por dónde ver el milagro de la virgen por
parte de todas las personas se traslada a las dos familias.
La película se cierra perfectamente con la
frase final de la hija de Mecha “Fui a
donde se aparece la virgen. No vi nada”. El deseo de que se le apareciera
la virgen no es un deseo personal que dé identidad a los integrantes de las
familias, sin embargo, lo toman como suyo. Luego todo vuelve a la “normalidad”,
la hija arrastra la silla, como anticipándonos que también podría convertirse
en una Mecha más, tomando los deseos de ella para apropiárselos.
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